volver a respirar. Los monstruos se marchaban y las imaginaciones se esfumaban. Aún en mi adultez, cuando pasé por una época difícil en mi vida en la que, entre otras cosas, padecí de un insomnio intenso, mi madre me abrazaba y solo entonces lograba dormitar. ¿Qué me tranquilizaba? Ese amor incondicional de saberme su hijita. Segundo, la madre de Lemuel lo llama fruto de sus entrañas o fruto de su vientre. No cabe duda, un hijo —en su acepción más común— pasó entre siete a nueve meses en el vientre
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